NOTA: Hoy respondo a la pregunta «¿qué es el tiempo?» pero este es solo el octavo y último capítulo de toda una serie sobre viajes en el tiempo. Para saber más sobre la estructura de la serie y sobre el contenido del resto de capítulos, dirígete a la introducción.
¿Qué es el tiempo? Habrá quien piense que esta pregunta habría tenido más sentido nada más comenzar esta serie, en lugar de esperar al capítulo final.
Lo cierto es que, en un principio, este interrogante ni siquiera formaba parte de los contenidos de la serie. Solo tenía pensado hacer un par de menciones al respecto en el capítulo más formal, el de los viajes al futuro. Pero, en cuanto empecé a investigar, me di cuenta de que no me encontraba ante un tema cualquiera.
El tiempo es uno de aquellos conceptos que, explicados bien y vistos desde el ángulo adecuado, pueden cambiarte la manera de ver el mundo. Es posible que esto suene pretencioso, pero si sigues leyendo comprobarás que no exagero.
Todo comenzó con una recomendación. La base sobre la que se fundamenta este artículo es un libro llamado El Orden del Tiempo. Su autor es Carlo Rovelli, físico, escritor y fundador de la teoría llamada «Gravedad cuántica de bucles». Esta lectura me permitió, en primer lugar, poner nombres y causas a conceptos abstractos que llevaban en mi mente mucho tiempo. Pero, lo más importante, me motivó a indagar más sobre el tema y a reflexionar al respecto de manera que, ahora, ha cambiado por completo mi percepción. Y no solo sobre el tiempo en sí, sino sobre muchas otras cosas que nunca imaginé.
Llegar a este punto no fue fácil. Implicó largas y dolorosas espirales de vídeos indigestos de Youtube y páginas oscuras al fondo de Google sobre temas que creía entender pero sobre los cuales, en realidad, no tenía ni la más remota idea: leyes de la termodinámica, entropía, gravedad cuántica… en fin, no ha sido sencillo, pero el resultado compensa el esfuerzo con creces. No solo porque he alcanzado un grado de entendimiento que me permite sentarme a escribir sobre ello con la conciencia tranquila, sino por el impacto que todos estos conceptos, puestos en perspectiva, ha tenido en mi visión de muchos aspectos de la vida. No sé si ahora soy más feliz que antes, pero he aprendido a aplicar un nuevo filtro a la realidad que me permite ver las cosas desde una filosofía distinta, y esto es una herramienta que puede llegar a agradecerse en muchos casos. Sobre todo, en momentos difíciles.
Este capítulo tendrá un tono distinto del habitual en la serie. Voy a hablar de temas profundos, conceptos complicados y visiones muy personales. Es, con diferencia, el que más me ha costado escribir, pero merecerá la pena si consigo que, sin que necesites dedicar tanto esfuerzo a investigar como yo, puedas entender todos los conceptos, hilvanarlos unos con otros y, como me pasó a mí, alcanzar ese punto en el que tu mente hace «clic» y ya no vuelves a ver el tiempo, y la vida, de la misma manera.
Como comprenderás, la pregunta que nos hacemos hoy no es de esas que puedan contestarse de manera directa. Hay que ir preparando el terreno. Por eso, voy a comenzar el artículo explicando tres requisitos que considero necesarios para entender qué es el tiempo.
Índice
1. Requisitos para entender el tiempo
1.1. El tiempo no existe por sí mismo
Aristóteles fue el primero en plantearse la pregunta de qué es el tiempo. El filósofo griego llegó a la conclusión de que el tiempo no existe por sí mismo, sino que no es más que la medida del cambio.
Es decir, si nada en el universo cambiara, el tiempo no existiría. Al no ser así, al vivir en un universo en el que las estrellas nacen y mueren y crean energía a partir de la cual se producen eventos como la vida, debe haber un método para cuantificar y medir ese cambio, y ese método se llama tiempo.
¿Vamos a creer ciegamente en las teorías de Aristóteles e ignorar todo lo que los físicos han descubierto desde entonces? No exactamente, pero lo cierto es que el filósofo griego tenía mucha razón.
Ahora saltamos al siglo XVIII, en el que Newton afirma que Aristóteles estaba equivocado y que el tiempo existe con independencia del cambio. Según su teoría, el tiempo no es solo una manera de medir cómo cambian las cosas, si no que se trata de una entidad autónoma y que transcurre por sí misma. Esta es la manera que tenemos hoy en día de entender el tiempo, la que nos han enseñado los libros de texto en los colegios. No sería así de no ser por Newton.
Eso sí, no fueron pocos los científicos que se opusieron al inglés (Leibniz, por ejemplo), y quizá hoy viviríamos en un mundo dividido en dos posturas de no ser por Albert Einstein, que unificó las teorías de Newton y Aristóteles.
Einstein descubrió que el tiempo y el espacio están fuertemente ligados. Uno no puede existir sin el otro. Como vimos en el capítulo seis, el aumento de la velocidad en el espacio disminuye la velocidad en el tiempo, y viceversa. Además, tanto el espacio como el tiempo se ven afectados por la masa de los cuerpos, ya que juntos forman un campo gravitatorio llamado espacio-tiempo. Cuánto mayor sea la gravedad, más lento transcurre el tiempo.
Por tanto, Einstein no contradijo ni a Aristóteles ni a Newton, sino que combinó ambas teorías: el tiempo existe, como creía Newton, pero no es una entidad independiente que transcurre por sí misma, sino parte del campo gravitatorio que llamamos espacio-tiempo y que forma el universo. Y ya que el universo se encuentra en un estado de cambio permanente, el tiempo también está ligado al cambio.
Y ahora es cuando, brace yourself, debemos explicar el concepto de entropía.
2.2. Entender la entropía es importante
El mundo se divide en dos tipos de personas: los que entienden la entropía y los que no. Yo tuve el orgullo de pasar a formar parte del primer grupo recientemente, a mis 37 años, lo cual no está nada mal. Si quieres seguir mis pasos, un buen comienzo es invertir veinte minutos de tu vida en ver este vídeo de Javier Santaolalla.
Si no dispones de veinte minutos, trataré de explicarlo en unas líneas de la manera más simple posible.
Imagina que tienes dos dados. Los tiras y sumas el número de ambos. Los posibles resultados varían entre el 2 y el 12. ¿Son todos igual de probables?
NO.
El 7 es el más probable. Por algo ese es el número con el que los piratas arrasan con tus ciudades cuando juegas a Los Colonos de Catán. Este blog lo explica en detalle, pero, para nuestro propósito, nos conformamos con tomar prestada su imagen principal:
Cada combinación de dos dados se llama configuración y, como veis, no todos los resultados tienen el mismo número de configuraciones. Por eso, en el juego, no deberías confiar en el 2 como tu única fuente de conseguir una materia prima que necesitas para construir un pueblo, porque entonces tendrás que esperar un buen rato hasta que salga.
Cuando el número de configuraciones es menor, decimos que la entropía es baja. Al incrementarse el número de configuraciones, aumenta también la entropía. Esto todavía no te dirá nada, pero no desesperes.
Quizás hayas oído hablar sobre la entropía como la «medida del desorden». Esto, si bien es cierto, es una descripción que no le hace justicia y que solo sirve para confundir al personal. Me explico.
Con el ejemplo de los dos dados, nos encontramos con 36 configuraciones posibles. Pero ¿cuántas configuraciones tiene el universo en relación al estado de la materia?
El universo también tiene un número finito (pero creciente) de configuraciones en cuanto al estado de la materia que lo conforma. Obviamente, este número es mucho mayor. Es tan grande que nuestras mentes no pueden comprenderlo. Sin embargo, sí podemos entender que el universo comenzó a existir en un estado de baja entropía. A medida que fue expandiéndose, que galaxias, estrellas, planetas y demás comenzaron a formarse, la entropía fue en aumento. Los átomos de hidrógeno que componían el universo al principio se fusionaron entre ellos formando helio, y los átomos de helio se fusionaron a su vez dando lugar a otros elementos que se combinaron entre ellos, aumentando las configuraciones de la materia. En una manera de hablar, podemos decir que los átomos se desordenaron para formar cosas nuevas. Esas cosas volvieron a desordenarse y pasaron a formar otras cosas más complicadas, es decir, de mayor entropía. La vida existe porque la entropía creció.
Según los cálculos de muchos físicos, nos hallamos hacia la mitad de la vida del universo, lo cual también significa que estamos en uno de los momentos de mayor entropía. Es como si estuviéramos acercándonos al número 7. Sin embargo, la entropía no crece igual en todos los lugares del universo. Es posible que haya partes del mismo en las que la entropía se halle estancada y no aumente, o lugares en los que la entropía crezca a un ritmo mucho mayor del que conocemos. Es de suponer que nos encontramos en un lugar del universo en que la entropía crece al ritmo propicio para favorecer la existencia de la vida.
Por último, señalar que, a pesar de que la entropía pueda tener ritmos distintos en lugares diferentes del universo, nunca adoptará valores negativos. Es decir, la entropía, por lo general, siempre crece, nunca disminuye. Esta es la razón por la que vemos un vaso caer y romperse en mil pedazos, pero no vemos a esos mil pedazos reunirse por sí mismos para formar un vaso. Eso sí, sobre el papel, hay una probabilidad de que eso ocurra, al igual que dos dados sí pueden devolver el valor 2. La única diferencia es que, en la vida real, las probabilidades son infinitesimales.
Así, podemos equiparar a la entropía con el cambio. Y aquí voy a tomar prestada una frase de Octavia Butler:
«El cambio es la única realidad inevitable, irresistible y permanente del universo. Para nosotros, el cambio es la realidad suprema, solo una palabra más para Dios».
Una manera de decir que la entropía lo es todo, que nada existiría sin ella.
Ahora que entiendes la entropía, vamos a repasar el último requisito.
2.3. El tiempo es granular
Imagina que tienes un bote de arena azul, un folio en blanco y un pegamento de barra.
Pasas el pegamento por una cara del folio y derramas la arena sobre él, extendiéndola bien hasta cubrir la totalidad del mismo. Cuando se seca, cuelgas el folio en la pared y lo observas de cerca. Ves dos colores: La mayor parte de tu obra de arte es azul, perteneciente a los granos que han quedado pegados, pero también hay pequeñas partes blancas entre los granos, casi imperceptibles.
Ahora, te alejas cinco metros y observas el folio de nuevo. Ya no se ven las partes blancas, todo lo que ves es un cuadro azul. ¿Qué ha pasado? El cuadro no ha cambiado, pero nuestra perspectiva sí. Nuestra visión es imperfecta y, desde la lejanía, creemos que todo el folio es azul.
Algo parecido ocurre con el tiempo. Igual que creemos que el folio es azul, también creemos que el tiempo es uniforme y continuo, debido a la perspectiva desde la que lo vivimos. Los humanos percibimos el tiempo como una entidad omnipresente, pero, en realidad, solo existe en pequeñas unidades alrededor de las cuales no hay nada.
¿Qué son estas unidades? Lo explico con otro símil.
Ahora, imagínate un dibujo de un futbolista dirigiéndose a la portería con el balón frente a sus pies. Después, otro dibujo del mismo futbolista levantando la pierna para disparar. La siguiente imagen muestra la bota del futbolista entrando en contacto con el balón. A continuación, siguen varios dibujos en los que la pelota está en el aire, cada vez más cerca de la portería. Más adelante, vemos uno en el que la pelota se escurre entre los dedos del portero, y el último muestra la pelota en la red. Si pasamos estos dibujos muy rápido, los ponemos voz y se lo enseñamos en la tele a un niño de cinco años, el pequeño estará convencido de que Oliver existe, y de que acaba de marcarle un gol a Benji. ¿Por qué lo piensa? Porque, igual que nuestro ojo no estaba preparado para ver los huecos blancos en el folio, el cerebro del niño no está preparado para saber que, en realidad, está viendo una sucesión de figuras estáticas.
Uno de los grandes descubrimientos de la mecánica cuántica es la granularidad: existe una escala mínima para todos los fenómenos. Por ejemplo, en el caso del campo gravitatorio, recibe el nombre de «escala de Planck». Si extrapolamos al tiempo, el tiempo mínimo se llama «tiempo de Planck», y tiene un valor de 10 elevado a -44 segundos.
En este artículo, llamaremos al tiempo de Planck diapositivas. Estas diapositivas son los granos de arena, los dibujos de Oliver y Benji. Entre ellas no hay nada, pero, al sucederse tan rápido, pensamos que son todo lo que hay, porque nuestra percepción de la realidad es tan imperfecta como nuestra vista a cinco metros del cuadro o el cerebro de un niño viendo dibujos animados.
Además, estas diapositivas son, junto a la entropía y la dependencia entre tiempo y espacio, un requisito fundamental para explicar qué es el tiempo.
Ahora sí, vamos a por ello.
2. Qué es el tiempo
En el primer requisito, hemos visto que el tiempo no es un ente por sí mismo: está ligado al espacio.
En segundo lugar, hemos visto que en el espacio-tiempo hay algo llamado entropía que no hace más que crecer.
Con estos dos primeros puntos ya podemos llegar a la primera conclusión.
En el rincón del espacio-tiempo en que vivimos, la entropía crece a un ritmo que, no solo permite la vida, sino también que esa vida alcance formas inteligentes que se preguntan por el origen y el destino de sí misma. Sin embargo, no somos lo suficientemente inteligentes, o nuestra biología no nos permite alcanzar la perspectiva necesaria, como para percibir la entropía como lo que realmente es. Por eso, encontramos un concepto que se adecúa más a nuestra visión defectuosa: el tiempo.
Aquí le damos su parte de razón a Aristóteles: el tiempo no existe por sí mismo, sino que es lo que ocurre entre cambio y cambio. La Tierra no existía hace 14 millones de años, ahora sí. Su existencia es producto del cambio, de la entropía. Las pirámides de Egipto no existían hace 3.000 años, ahora sí. Existen gracias a la entropía, y un día dejarán de hacerlo por la misma razón. Gracias a que hay entropía, podemos medir el tiempo que ha transcurrido entre el desayuno y el almuerzo. Ahora tu reloj marca las 13:11, pero ha sido construido de manera que la pantalla mostrará los números 13:12 en el futuro. Podrás argumentar que tu reloj es real, que lo estás mirando y que el tiempo pasa, y por tanto el tiempo debe ser real, pero estarás equivocado. El propio reloj no es un objeto, sino un evento. Todo lo que existe en el universo, de hecho, puede clasificarse como un evento y no como un objeto. Incluso una roca que existe desde hace 50 millones de años no es más que una configuración temporal de partículas que nosotros, dada nuestra diminuta dimensión espacio-temporal, percibimos como un objeto. Por tanto, tu reloj es un evento producto de la entropía. Fue creado por la entropía y dejará de existir gracias a ella. Lo que mide tu reloj, aquel periodo entre las 13:11 y las 13:12, lo llamamos minuto. Y los minutos no son más que un herramienta humana para darle una medida al ritmo de la entropía. De hecho, me gusta mucho esa descripción. El tiempo podría ser definido como «el ritmo de la entropía».
Es hora de añadir la tercera capa. Aceptemos la palabra tiempo como la medida del ritmo de la entropía, y busquemos la menor unidad posible: la diapositiva de la que hablábamos antes.
¿Significa esto que, si inventáramos un reloj lo suficientemente preciso, podríamos ver cómo el tiempo se detiene? En teoría, sí.
Dicho de otra manera, si tuviéramos la capacidad de percibir el tiempo en su mínima expresión, podríamos ver la vida al ritmo que quisiéramos, desde una diapositiva estática hasta el ritmo al que estamos habituados, pasando por versiones a cámara lenta o rápida.
La granularidad es esencial para entender la pregunta que sigue a continuación, que no solo resumirá el principal interrogante que nos hemos hecho a lo largo de la serie, sino que también nos ayudará a entender la naturaleza del tiempo.
3. ¿Son posibles los viajes en el tiempo?
3.1. Viajes al pasado
Durante esta serie hemos aprendido que los viajes al pasado no son muy probables, aunque los físicos no lo descartan del todo. Ahora veremos la razón.
Viajar al pasado significaría viajar a un estado de entropía inferior al actual. Sabemos que la entropía tiende a crecer, aunque sí es cierto que no tiene por qué hacerlo siempre. No es matemáticamente imposible que la entropía disminuya, pero es muy poco probable, estadísticamente hablando. Por seguir con el ejemplo de antes, viajar al pasado sería tan factible como que los mil cristales en los que un vaso se ha roto se reúnan de nuevo por casualidad para formar el vaso. Como dije, no es muy probable, pero tampoco puede descartarse.
¿Cómo podríamos entonces revertir la entropía?
Lo primero que está claro es que las máquinas para hacerlo no serían como el DeLorean de Regreso al Futuro, donde un contador muestra la fecha de origen y destino según el calendario gregoriano. De existir una máquina del tiempo, su tecnología debe alcanzar una precisión suficiente como para medir el tiempo de Planck y así poder medir el tiempo según el ritmo de la entropía del universo. Casi nada.
Una vez podamos medir la entropía, el siguiente problema es saber cómo revertirla. Si reunimos a todos los físicos del mundo en una sala y les preguntamos cómo hacerlo, esta será la respuesta:
Nadie tiene ni la más remota idea.
Por tanto, la principal conclusión a todos los capítulos sobre viajes al pasado es que, si tuviera que apostar, diría que nunca conseguiremos viajar al pasado. Como mucho, quizá consigamos hacerlo mediante una simulación informática y de una manera no intrusiva, tal y como describimos en el capítulo cinco.
3.2. Viajes al futuro
Ya vimos en el capítulo seis que viajar al futuro es posible. No solo Einstein lo predijo en su teoría de la relatividad, sino que el efecto de la velocidad en el tiempo se usa en la tecnología de hoy en día.
Si nuestros avances científicos nos permiten alcanzar una velocidad cercana a la luz o, alternativamente, orbitar un agujero negro, podremos viajar al futuro.
Ahora, la pregunta del millón es otra.
Antes hemos hablado de la granularidad del tiempo, del hecho de que el espacio-tiempo está compuesto por diapositivas.
Las diapositivas del pasado dejan huellas. El esqueleto de un dinosaurio, las pinturas rupestres de Altamira, los edificios de una ciudad, un vídeo, una foto, nuestra memoria. El pasado deja huella porque pertenece a un momento del universo en que la entropía era menor que en el presente. Sin embargo, esto no funciona al revés. En el futuro, la entropía será mayor, y por eso no recordamos el futuro ni vemos huellas de él.
¿O quizá esto no sea cierto siempre?
¿Es posible tener acceso a las diapositivas del futuro?
Para que esto se cumpla, la lógica dicta un requisito indispensable: que esas diapositivas ya estén definidas.
O, en otras palabras, que vivamos en un universo determinista. Y, por desgracia, no sabemos si ese es el caso. Desde el punto de vista de la ciencia, hay opiniones tanto en una dirección como en otra.
Por un lado, las configuraciones que podría adoptar la entropía son tan numerosas y dependientes de tantos factores, que cuesta pensar que alguien las haya preestablecido al milímetro. Para que exista el determinismo absoluto, se necesita una entidad capaz de procesar un nivel de información tan vasto que es imposible para nosotros comprenderlo. Es mucho más fácil creer en el libre albedrío, es decir, que el universo deja a la entropía campar a sus anchas.
Por otro lado, están los que creen que, pese a la aparente impredecibilidad del universo, este funciona en base a reglas preestablecidas. Si nos da la sensación de que el azar existe es solo porque no somos capaces de observar el universo desde la perspectiva adecuada. En otras palabras, el libre albedrío es solo una ilusión.
Ya que no hay consenso científico, aquí cada uno es libre de pensar como quiera.
En mi opinión, que es puramente personal y basada en mi experiencia, existen hechos que tienden a contradecir el libre albedrío.
A ver cómo explico esto sin parecer un gurú de la astrología.
4. Reflexión final
¿Alguna vez alguien ha predicho vuestro futuro? ¿O vosotros mismos habéis estado convencidos de que algo iba a ocurrir y así fue? O, simplemente, ¿nunca habéis tenido un deja vu?
Hasta hace no mucho, mis respuestas a las tres preguntas anteriores eran negativas. Siempre he basado mis creencias en el pragmatismo. Solo creo en aquello que pueda ser demostrado. No soy ni religioso ni ateo, por el simple hecho de que creo que, de momento, no tenemos la capacidad de conocer las causas ni el motivo de nuestra propia existencia. El agnosticismo me parece la única postura que tiene sentido en el mundo de hoy.
Si hace un tiempo me hubieras dado a elegir entre determinismo y libre albedrío, me habría inclinado por el segundo. Que estamos aquí por una casualidad de la naturaleza y que en cualquier momento podemos desaparecer. Que el universo es alterable, que el azar no es una ilusión y que cada uno es responsable de sus propias decisiones. Que el karma existe, sí, pero más como una relación lógica de causa y efecto, no como la forma que el cosmos tiene de recompensar tus buenas acciones.
Entonces ocurrieron dos cosas.
Primero, empecé a escribir esta serie, lo que me llevó a investigar una burrada de fuentes y, como dije antes, a que mi perspectiva sobre el tiempo y, por tanto, sobre el universo y la vida cambiara.
Además, ya sea por casualidad o por el propio destino del que tanto he leído últimamente, una serie de sucesos me hicieron poner en tela de juicio parte de aquellas creencias. Como resultado, ahora estoy convencido de que el universo es más determinista de lo que pensaba. Y no solo eso, sino que existen maneras de tener acceso a estas diapositivas del futuro que están, a cierto nivel, ya definidas. En otras palabras, mi escepticismo ante aquellos que dicen poder ver el futuro ha disminuido.
Si bien es cierto que estos sucesos son bastante personales, no quiero pecar de ambigüedad ni hacerme el misterioso, así que te daré un ejemplo de uno de ellos: la historia de alguien que visitó a una vidente (y que me ha dado permiso para hablar de ello).
Se trata de una persona muy cercana a mí, alguien en quien confío plenamente y que comparte mi educación, mis creencias y mi perspectiva ante estos asuntos. Hace 15 años visitó a una vidente, y esta predijo que le sucederían una serie de cosas. Algunas buenas, otras terribles. Y, con el paso del tiempo, todas ellas se fueron cumpliendo: el lugar donde trabajaría, dónde viviría, cómo sería su familia. Y también, por desgracia, la muerte de un ser querido. Es más, no predijo cada uno de estos puntos con vagas palabras, sino de manera muy específica.
Ahora es cuando te toca reírte, cerrar el blog y maldecirme por haberte hecho perder el tiempo durante ocho capítulos para llegar a este punto. Sí, yo habría hecho lo mismo hace no mucho tiempo.
Créeme, yo fui el primer escéptico. En el caso de la persona que te hablo, tuvimos un largo debate contemplando todas las posibilidades: ¿tenía la vidente acceso a información suya? ¿era su aspecto lo que la llevó a predecir ciertos eventos? ¿se trata de una profecía autocumplida?
La conclusión es que no podemos descartar estas posibilidades, pero, viendo todo en su conjunto, tal y como ocurrió, no nos parecieron muy probables. Es más lógico pensar que hay algo que antes se nos escapaba, que nos negábamos a creer porque no puede ser demostrado. Ahora tenemos una demostración, lo único que nos falta es una explicación científica. Pero esto no detuvo a Copérnico cuando anunció que la Tierra giraba alrededor del sol, y no al revés. Él, basándose en la evidencia, creyó en algo inimaginable en aquellos tiempos, a pesar de no saber la razón. Tuvieron que pasar cuatro siglos hasta que supimos que se debía a la gravedad.
Poniendo estos hechos desde la perspectiva que esta serie me ha dado, lo lógico para mí ahora es pensar que existen personas que tienen la capacidad de acceder en mayor o menor medida a esas diapositivas que la mayoría de nosotros no podemos ver, por la misma razón que solo podemos distinguir el color azul del folio o que un niño cree que los dibujos animados están ocurriendo de verdad. Personas que, sabiéndolo o no, por genética o por el motivo que sea, por sí mismas o con ayuda exterior, son capaces de ver lo que la mayoría no puede. Probablemente se trata de una visión borrosa, pero es más de lo que cabría esperar.
Vamos a hacer una prueba para ilustrar esta hipótesis. Fíjate en la siguiente imagen y trata de encontrar una mariposa, un pato y un murciélago.
La mayoría de la gente los encuentra tarde o temprano y, a partir de ese momento, ya no puede dejar de verlos. También existe quien nunca los ve. Y, lo más interesante, hay personas que los encuentran, pero la siguiente vez que ven la foto dejan de verlos y tienen que fijarse bien para recordar que siguen ahí. Es solo un recordatorio de que los sentidos y la percepción no funcionan igual para todas las personas.
¿Cómo ha afectado este cambio de perspectiva al resto de mis creencias? No demasiado, a decir verdad. Mi agnosticismo permanece intacto, solo mi creencia en el libre albedrío ha cambiado. Eso sí, tampoco creo que vivamos en un universo puramente determinista. ¿Os acordáis de la escala del determinismo que vimos en el capítulo dos? Pues, para mí, lo lógico es que nos encontremos en un punto intermedio de ella.
Creo que lo más probable es que el universo, o la entidad que lo rige (llámese Dios para quien lo desee), tenga unos planes a gran escala, una idea de cómo deben suceder las cosas. Sin embargo, si tú decides que prefieres saltarte ese paso de cebra y no dejar pasar a la señora que empuja a su marido en silla de ruedas, eres libre de proceder así. En el gran orden de las cosas, esa decisión no cambia nada. A no ser que, al hacerlo, atropelles a una niña que no habías visto venir, y que esa niña esté destinada a cumplir un gran papel en el devenir de la historia de la humanidad. En ese caso, quizá el regidor del universo use su magia para hacer que tengas un accidente antes de atropellarla.
Si el universo funcionara así, no sería el único ejemplo de regulación de un sistema que hemos visto funcionar. En un símil macroeconómico, comparemos al libre albedrío con el capitalismo y al determinismo con el comunismo. ¿Cuál de los dos funciona mejor? En nuestro mundo, el capitalismo ha dado muestras de mayor solidez, pero eso no significa que las economías más capitalistas sean las mejores para sus habitantes. La historia nos ha enseñado que aquellas economías de libre mercado que permiten a sus instituciones un nivel medio de regulación son las que resultan en un mayor incremento del estado de bienestar y en la felicidad de sus habitantes.
Obviando las distancias, ya que el universo es un sistema mucho más complejo que la economía terrícola, tendría sentido que alguien controle también los eventos clave del universo, aunque también deje a sus habitantes tomar decisiones menores.
Por último, otra razón para pensar que vivimos en un universo con un nivel medio de determinismo es, simplemente, porque es más lógico. ¿Recuerdas cuando hablábamos del principio de la navaja de Ockham? Según esta teoría, en ausencia de consenso, la opción más sencilla es la más probable. La naturaleza no se complica, siempre elige el camino más fácil. Como un río siguiendo su curso hasta el mar, o un árbol creciendo hacia la luz del sol. Un universo con un nivel de determinismo medio es la opción más lógica, la que mejor encaja con el mundo que conocemos. El libre albedrío puede resultar demasiado caótico, mientras que el determinismo puro requiere un esfuerzo colosal e innecesario.
Si yo fuera la naturaleza, elegiría un nivel de determinismo medio.
Si esto es cierto, y nuestra ciencia avanza lo suficiente como para entender cuál es la manera de acceder a las diapositivas del futuro, las implicaciones serán históricas. Seguiremos sin poder viajar al futuro y volver, pero piensa en lo que significaría el poder divisarlo, y en la importancia que tendría para el resto de la humanidad el uso que le diera quien lo descubra. Este avance revolucionaría nuestra sociedad, ya sea para bien o para mal, y supondría un impacto similar o mayor al de la revolución industrial, la rueda o el fuego.
Y puede que no tengamos que esperar demasiado para comprobarlo.
Gracias por acompañarme hasta el final de esta serie. Solo me queda una última pregunta: ¿Te acuerdas de la famosa frase de Carl Sagan?
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos la forma en la que el universo piensa sobre sí mismo».
Tal vez, sabiendo lo que sabemos ahora, podríamos extenderla un poco:
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos la forma en la que el universo alcanza una percepción incompleta y sesgada de sí mismo y que quizá evolucionará hasta poder comprenderse del todo».
Si te ha gustado esta serie, no te pierdas otros artículos relacionados:
Muchas gracias de nuevo y, espero, hasta pronto.
¿Quién soy y por qué te hablo de viajes en el tiempo?
Me llamo David Nel y soy escritor de ciencia ficción social. He escrito tres novelas (la última de ellas, Netz, acaba de ser publicada en julio de 2022 con Distrito 93) y estoy trabajando en la cuarta. Mi nueva historia trata sobre viajes en el tiempo, y esta serie de artículos nació a partir de la documentación que tuve que reunir para construir la trama. Si quieres que te avise cuando publique esta novela, puedes suscribirte a mi lista de correo aquí. Solo te mandaré un email cuando tenga noticias importantes o publique un nuevo artículo en el blog.
Enhorabuena por esta serie. Como has dicho, me ha servido para poner nombre a ciertos conceptos que uno tiene sin saber muy bien como explicar, para aprender y sobre todo para disfrutar de un tema tan apasionante. Muchas gracias. Espero con ganas ese relato corto.
¡Gracias a ti por leerla, Pablo! Tengo pensado publicar la serie y el relato en ebook antes de que acabe el año :)
A colación de mi anterior comentario, y ya que esta serie invita a la reflexión y a ahondar en estos temas. Hay científicos que dicen que al igual que acercarse a la velocidad luz ralentiza el tiempo, superarla significaría ir hacia atrás en el tiempo. Lo que se traduciría en que si uno decidiera ir, por ejemplo, a Plutón y volver a mayor velocidad que la luz, podría regresar antes incluso de haber salido… 🤔
Yo pensaba que es imposible superar esa velocidad, pero me temo que nunca lo sabremos a ciencia cierta…
Hola
Siempre me han atraído las historias y películas de Viajes en el Tiempo.
También he leído material teórico sobre el tema.
Pero ninguno con el nivel didáctico de este.
Informativo, explicativo y de fácil lectura, no se requiere ser ningún teórico ó intelectual para entenderlo, a pesar de ser en sí mismo un contenido profundo.
Gracias por tus palabras, Rolando, me alegra que te haya gustado la serie!
David,
He llegado algo tarde a tu articulo. Aunque he tenido la ventaja de poderlo leer de un tiron, como si estuviera viajando en el tiempo, leyendo el fruto de tu trabajo semana a semana sin moverme de la silla (tambien el estar en cuarentena ha ayudado).
Me ha encantado y, como a todos los que nos apasiona el tema, me ha hecho tanto reflexionar, como ir evolucionando dicha reflexion.
En el ultimo parrafo hablas de divisar el futuro. Hemos entendido que el divisar, sin poder interactuar, el pasado no permitiria modificarlo. Sin embargo, divisar el futuro si permitiria hacerlo. Con lo cual, como sabriamos que se trata del futuro?.
Por otro lado, si no se puede volver del futuro (y no podemos divisarlo), como sabriamos que alguien ha conseguido viajar a el?
Hola, Alexis, muchas gracias por leer la serie hasta el final y por tus palabras.
En cuanto a tus preguntas, solo puedo darte mi opinión, que es por supuesto subjetiva y basada en mis creencias y experiencias.
No sé si es posible divisar el futuro o si los aciertos de los médiums son solo fruto de la casualidad o del engaño, pero sí creo que existen personas con la habilidad de vislumbrar retazos de una dimensión que los demás no percibimos. En mi experiencia, el mensaje que vino de aquella dimensión era demasiado privado, específico y certero como para no creerlo, y eso fue lo que cambió mi perspectiva de las cosas. Por eso me inclino hacia la teoría de que el futuro esta hasta cierto punto escrito: si no fuera así, como podría predecirse?
En cuanto a cómo afecta el conocimiento del futuro al presente, cualquier teoría es tan válida como la mía, pero supongo que, si está escrito que conozcas el futuro, tus decisiones posteriores también lo estarán (aunque dependerá del nivel de determinismo).
En fin, como te decía, es solo mi opinión, puedo equivocarme y estoy abierto a nuevas experiencias que me hagan replanteármela =)
Muchas gracias por el “artículo”, me ha parecido muy interesante y bien escrito. Yo tiendo más al determinismo, pero no por ningún dios o entidad similar, sino por esas “reglas” del universo que vamos descubriendo. Creo que igual que sabemos cómo caerá un objeto al suelo se podría explicar por qué pillas o no pillas a la viejecita en el cruce, por mucho que pensemos que podríamos escoger cualquier opción.
Un saludo!
Lo has clavado, Enrique, yo pienso exactamente lo mismo. Gracias por leer y comentar =)
Hola, gran artículo. Ayuda a hacer un resumen de los conocimiento que yo mismo he ido adquiriendo con el tiempo sobre… ejem, el tiempo, el universo y la vida =). Además, tu forma de expresarlo lo hace mucho más accesible a un mayor público no tan especializado.
Cuando descubrí la idea del determinismo, me pareció muy lógica. Si conocemos todas las características de todas las partículas del universo, podremos calcular su «trayectoria» y saber dónde estuvo, dónde estará y cómo. Sin embargo, cuando ahondé más en el tema, descubrí que la mecánica cuántica se basa en la probabilística, en la indeterminación de Heisenberg… Y empecé a creer menos en el determinismo. Sobre todo si consideramos al libre albedrío, como una propiedad emergente fruto de la creciente complejidad del cosmos. —No sé si conoces el concepto de propiedad emergente, pero creo que no está muy explorado y tiene mucha más importancia y profundidad de lo que creemos. Tal vez la vida, y la consciencia sean una propiedad emergente de las leyes físicas y las condiciones del medio—.
En la última parte del artículo, intentando preservar la lógica y la objetividad, nos ponemos más místicos. Desde mis conocimientos es psicología, sociología, historia y experiencias de familiares con mediums, puedo afirmar que todos son falsos.
No creo que en la Tierra, exista ningún ser lo suficientemente desarrollado para percibir la cuarta dimensión temporal con tantísima precisión, si se puede llegar a percibir. Pero es comprensible (incluso lógico) pensar que si alguien acierta con tanto detalle es porque algo de razón tiene. Hay muchos principios, hechos y factores que entran en juego (recomiendo la trilogía de vídeos de Quantum Fracture, en especial el 3º episodio: https://youtu.be/5WZb_xCX2KQ), pero estoy seguro de que los mediums o en el fondo se autoengañan ellos mismos o estafan a los demás desde tiempos inmemoriales.
Por último, me llama la atención esa tendencia a concebir el cosmos como obra de un ser superior. Es común, llevamos miles de años metidos en esa corriente de pensamiento y suele dejar posos en nuestra mente. «Si yo puedo crear herramientas, tal vez yo también sea la creación de alguien». Ese podría ser el surgimiento del creacionismo. Pero hasta el momento, todo en el universo se puede explicar y demostrar sin necesidad de recurrir a «alguien», y la cosa no parece cambiar cuando entramos en profundidad.
Nada más, perdón por la parrafada, pero me gusta que estemos abiertos a debates y nuevas ideas en todo momento. Y he pensado que mis palabras aportarían algo al debate.
Un saludo.
Hola Jonathan, muchas gracias por tus palabras y tu interesante comentario. Tengo que leer más sobre propiedades emergentes y el principio de determinación de Heisenberg, al menos respecto a cómo pueden afectar a nuestra existencia y a nuestro futuro. Es un tema que me interesa mucho y si algún día creo que tengo algo interesante que aportar tal vez escriba otro artículo como continuación de este. De momento empezaré con el vídeo que mandas.
Respecto a la parte final del artículo, ya te digo que jamás me habría visto a mí mismo escribiendo algo así hace un par de años, pero la experiencia me ha hecho considerar algunas cosas. Obviamente es más bonito pensar que sí son ciertas, pero intento no dejar que sea eso lo que me lleva a planteármelas y solo atender a la lógica. Espero algún día encontrar algo que las explique con nuestro modo racional de ver las cosas.
Un abrazo!